Hoy quería hablarles acerca de lo que me dijo el otro día mi gato después de pasarse el Doom. Le cito: “el juego está bien, pero a la vez que gustarme, hace unos años esto me sorprendía, miau, mas viéndolo en perspectiva, me parece lo mismo de siempre pero con esteroides. Y no sólo me pasa con este, he tenido la misma impresión con la inmensa mayoría de los juegos AAA que he pasado últimamente, me trae recuerdos de aquellos tiempos de inocencia donde los juegos de rol, los de plataformas y los beaten ups se copiaban descaradamente uno del otro, miau”. Y yo le contesté: “¡oh my god, un gato que habla!” Y me desmayé.
Luego de recobrar la consciencia y superar aquel severo shock, me quedé pensativo, meditando sobre lo que aquel gato parlanchín me había soltado. ¿Será que se le acabaron las ideas a los grandes estudios? ¿Será una conspiración de la CIA para mantenernos sometidos por el yugo del heteropatriarcado? Después de pensarlo bien y de hacer unas cuantas investigaciones, me di cuenta que no se trataba ni de uno ni de lo otro.
El principal problema no es la falta de ideas, está demostrado que siguen existiendo esas grandes mentes capaces de lograr cosas nunca antes vistas y que muchas veces incluso logran hacerlas realidad mediante gráficos pixeleados o dibujos muy bonitos hechos a mano, hablo mayormente de los estudios independientes. Pero cuando hablamos de la industria AAA en específico, no vemos reflejado tan seguido este espíritu de innovación, y el porqué de esto es muy sencillo de decir: hacer esta clase de juegos cada vez es más costoso, y experimentar así es un riesgo más grande que tirarse un pedo excesivamente largo. Podría, y ha sucedido, debilitar sustancialmente la economía de una empresa.
Hay que aceptarlo, vivimos en una época donde inventar demasiado es un lujo que casi nadie puede darse, lección que la industria aprendió a las malas, tras cierres de varias compañías y tantas otras que estuvieron al borde de lo mismo.
El modelo de negocio de juegos por 60 dólares no ha funcionado, y la misma suerte han tenido los tantos intentos desesperados que se han realizado para brindar seguridad a las grandes inversiones, hablo de contenidos descargables, juegos por episodios, microtransacciones, y todo tipo de sacacuartos que naturalmente hemos ido rechazando tan religiosamente que ya hasta me recuerda a la chica que me gusta. Todas ellas se han topado con un muro invencible llamado avatar de internet, quienes desde nuestros blogs, foros o cualquier otro medio, hemos destrozado campañas de marketing mucho más costosas que las ventas que representamos.
Y parte de la culpa también la han tenido las propias expectativas de los consumidores. El gran público exige todo tipo de pluses que de alguna manera recompensen los 60 dólares invertidos, y el problema es que se exige hasta lo innecesario. Hablo de juegos que tienen una bastante mayor oportunidad de llevarse buenas notas en las críticas si para pasarse al 100% se requiere de una cantidad grosera de tiempo que muy, muy pocos gastarán; o que brinden la posibilidad de jugar en diversos modos de juegos, online o local, aunque estos pinten menos que un huelepega enviando Whatsapps porque sólo están para hacer bulto; todo esto con gráficos lo más fotorrealistas posible para que sientan que en vez de un videojuego están jugando Jumanji, y que permitan resoluciones más altas que las que soportan la mayoría de nuestros monitores; pero qué ni se les ocurra exigir que compremos un gran equipo.
Es difícil contentarnos a todos porque, básicamente, el gran público exige más de lo tecnológicamente posible, por lo que la industria ahora se ha convertido en algo más de vender servicios que productos completos.
La excepción a todo esto durante los últimos años ha sido Nintendo, quienes después del tropiezo que les produjo los experimentos de la Wii U, necesitaban retomar el éxito de su predecesora para seguir en el mercado sorprendiéndonos con más juegos nuevos en todos los sentidos y reinvenciones de sus títulos clásicos, y que además tuvieran calidad. Gracias a ello ahora podemos disfrutar de un Zelda o Mario totalmente distintos, grandes apuestas que les salió muy bien y por lo que, gusten o no, se llevan un 10 en valentía.
Después de llegar a esta conclusión decidí contársela a mi gato para saber qué opinaba al respecto, me contestó que tenía más sentido que el que estuviera hablando con un animal, y que debería tomar las pastillas que el médico me recetó y descansar un poco. Pero también me expuso un nuevo interrogante: cómo podría todo esto cambiar y que volvamos a ser bombardeados con títulos AAA con fórmulas completamente novedosas como en la época de “la play” y “la play 2”, función que ha sido relegada casi con exclusividad a los estudios independientes.
Y la verdad es que no soy un experto en finanzas, y quién podría presumir de conocer la forma, pero si de algo estoy seguro es que para que esto pase, la industria de juegos de alto presupuesto necesita replantearse muchas cosas, desde su relación con los compradores hasta la manera en que les venden sus productos y servicios. Cosa nada fácil, pero no imposible, y sigue siendo más probable que tener un problema mental que te haga creer que puedes hablar con tu mascota —dejo escapar un suspiro— y los peor es que ninguna de las nekos kawaiis que he saludado me ha dirigido la palabra.
Interesante articulo
Uhm ok? que nivel de articulos los de antes Good Game.
O solom Lo Que Estan Hay
por Estos Juego Dan Recompensa De Gemas Quien Sabe ?